(Narrado por Carmen)
-Doctor, mi hija ha adelgazado mucho estas semanas. Ayer fui a la
farmacia y obligue a que se midiera y pesara, me costó pero lo conseguí, antes
pesaba unos 49 kg y ahora solo pesa 45 kg...
-Señora son las épocas de exámenes igual son los nervios...
-¡No! Estoy segura que no es eso, conozco a mi hija, y se está
comportando de forma muy extraña, por favor quiero que la vea para saber si está
bien y así estaré más tranquila...
-Vale, tráela y le haremos una serie de preguntas y pruebas.
(Narrado por María)
Alberto no paraba de llamarme desde la última que lo vi, pero
nunca tuve el valor para contestarle.
Laura me miraba raro, pensaba que era porque le caía mal pero en
realidad era por lo que había adelgazado y se preocupaba, pero era lo suficiente
orgullosa como para no decírmelo (después de lo que le había hecho).
Los profesores también me miraban de una forma extraña y no
paraban de preguntarme como me encontraba, pensaba que me veían gorda o algo
pero era también por lo que había adelgazado.
Raquel, Leticia y su grupo seguían humillándome como siempre.
Mi madre ese día no me despertó hasta las ocho y veinte, me dijo
que hoy no iría al instituto y que iría al hospital.
No entendía lo que pasaba, me obligo a desayunar y acabe por
aceptar (solo un vaso de leche).
-Mamá, voy al baño.
-¿A, que?
-Tengo ganas de...
-Ok, pero date prisa.
Le mentí, volví a meterme los dedos a la garganta, odiaba la
comida me daba asco.
¿Ya estas lista?
-Si -una falsa sonrisa se dibujó en mi cara-
Odiaba el hospital (el olor a medicina, ver enfermos me entristecía,
etc.)
Al llegar tuvimos que esperar unos quince minutos puesto que
estaba todo lleno.
Me hicieron unas preguntas y unas pruebas y me obligaron a esperar
fuera para hablar con mi madre.
-Señora, la cosa no pinta bien la garganta de su hija si se fija
en la imagen esta irritada y eso se debe por provocarse vómitos.
-Mi madre comenzó a llorar- ¿Está queriendo decir que mi hija
sufre bulimia?
-Me temo que sí. Así que debería ingresarla en un centro de ayuda
para personas con problemas alimenticios, si no su hija podría empeorar.
De camino a casa mi madre solo me dirigió una sonrisa, me obligo a
comer y se metía conmigo al baño para vigilarme, yo le grité y discutimos pero
al final se salió con la suya.
Al día siguiente (sábado) mi madre metió mis maletas sin que yo me
diera cuenta al coche y me dijo que íbamos a ir a Grancasa (un centro comercial
de la ciudad) a mirar ropa.
Ya montada en el coche, vi cómo nos pasábamos el centro comercial
y entonces me extrañó.
-Mama, te lo has pasado.
-Lo sé hija, lo sé.
-¿Que está ocurriendo a donde me llevas?-dije con los ojos
llorosos-.
-A un centro médico, para que puedas curarte.
-¿Curar el qué?-comencé a gritar-¿¡Qué sabes mama!?.
-Freno el coche-y se giró llorando-¡Sufres anorexia y bulimia!, ¿¡porque
lo haces!?-y volvió a arrancar-.
-¡Frena, me quiero bajar!-dije gritando, llorando y pataleando-.
-¡No, vas a ir y te vas a recuperar!.
Llegamos a ese lugar lleno de enfermos donde pasaría el tiempo
necesario para recuperarme, me tuvieron que sacar a la fuerza entre mi madre y
unos médicos, porque me agarraba con fuerza al coche y no paraba de patalear y
gritar llorando.
Metieron mis maletas otros médicos, y al conseguir meterme dentro del
recinto (que estaba rodeado por una gran valla para que nadie pueda escaparse),
mi madre antes de irse solo me dijo un simple adiós con lágrimas en los ojos.
Mientras se iba no paraba de gritare:
-¡Mamá!, ¡no me dejes mamá!- corría hasta llegar a donde limitaba
la cerca mientras no paraba de llorar-.